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El castigo debe ser empleado para mejorar la conducta del niño
Los castigos de los padres, mediante violencia física o verbal, son para el niño un modelo de conducta agresiva. Si el niño vive rodeado de este modelo, estará adquiriendo el hábito de responder agresivamente a las situaciones conflictivas. Cuando los padres castigan mediante violencia física o verbal se convierten para el niño en modelos de conductas agresivas. Cuando el niño vive rodeado de modelos agresivos, va adquiriendo también comportamientos agresivos.
No se quiere decir con eso que no se debe castigar al niño. Pero el castigo debe ser utilizado de una manera racional para mejorar la conducta del niño. No debe depender de nuestro estado de ánimo. Hay que controlarse para poder controlar al niño. No se debe aplicar un castigo con gritos o con riñas, porque esto indica que nuestro comportamiento es negativo y vengativo, lo que reforzará a una conducta no aceptable. Si enseñamos a los niños que para resolver una situación conflictiva es necesario gritar, no resolveremos problema alguno.
¿Porque tenemos que gritarles para decir que no griten?
Así no solucionaremos a nada. Estaremos caminando en círculo, sin avanzar. Para aplicar un castigo, hay que oír al niño, pero no se debe aceptar excusas o promesas por su parte. El niño debe saber que no hay excusas ni explicaciones para la agresión. Que no se debe hacer daño a los demás y que por eso será castigado. Antes de aplicar el castigo, el niño debe estar advertido y avisado de una forma firme y definitiva. Y no hay que esperar que él emita toda la cadena de conductas agresivas para darle el castigo, debe hacerse al principio sin requerir tiempo, energía ni molestias por parte de quién lo aplique. El tipo y el modo de castigo no pueden provocar fuertes respuestas emocionales en el niño castigado. Y hay que conciliar el castigo con reforzamiento de buenas conductas que harán con que el niño “piense” en cómo se debe comportar, y en lo que ha hecho para estar de castigo. Cuando el niño es mayor, hay que ayudarlo a desarrollar sus habilidades de autocontrol, utilizando el castigo dentro de un contexto de un contrato de conducta.
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